lunes, 7 de mayo de 2007

LA ESPAÑA DEL SIGLO XXI

Lo primero deciros que es muy difícil hacer un análisis rápido y somero de todo lo que aquí expongo, pero lo he hecho así de superficial para no tratar de aburrir a nadie, y es posible que falte información o algunas cuestiones no queden todo lo suficientemente expuestas a como deberían. He intentado buscar el máximo equilibrio posible entre facilidad de lectura y entretenimiento y rigor. Dicho esto, paso a comenzar mi discurso. El otro día, al venir a trabajar, por la mañana, observé algo que me hizo darme cuenta de muchas cosas. Bien es cierto que no eran todavía ni siquiera las 7 de la mañana (quien me mandará a mí madrugar tanto –hoy día hay que saber inglés en condiciones porque es el lenguaje de las naciones del mundo que mueven la pasta, y tengo clase de 8 a 9 los L y X, más por la tarde de 19:00 a 21:30 todos los días de L-J-), cuando ya iba yo armado y preparado para aguantar una dura jornada diaria más de trabajo. A esas horas, lógicamente, no había ningún niño jugando en la calle, ni bullicio, ni nada de nada. Pero lo más curioso es que a ninguna hora hay bullicio ya allí, como lo había antiguamente (hablo como si estuviera haciéndolo de hace 50 años o más). Así es queridos amigos, así ha cambiado nuestra sociedad en tan poquísimo tiempo. En escasos 20 años. Es importante decir que todas las sociedades han cambiado, cambian, y cambiarán a lo largo del tiempo, pero de la manera tan radical a como hemos vivido ese cambio y en el cual seguimos plenamente inmersos, jamás. La forma en que han cambiado nuestras costumbres, hábitos, forma de vida, aficiones, gustos, ocio, etc. ha sido increíble. La sociedad de consumo ha podido con nosotros. En gran medida parte de culpa la tiene la tecnología, pero la otra parte también la hemos tenido nosotros, con nuestro afán consumista, y ese instinto tan humano y primitivo de querer saberlo todo, y tener todo controlado. No estoy queriendo decir con esto que la tecnología haya influido de forma negativa en nuestras vidas, sino que el exceso de tecnología sí está siendo nocivo en nuestra sociedad, y es algo a lo que todo el mundo está enganchado, y además asume como algo normal e incluso bueno. Durante toda mi infancia, hasta los 15-16 años aproximadamente, cuando empecé a agarrarme mis primeros pedos, a descubrir las primeras tetas y culos, y en definitiva a perder la inocencia, la vida que viví fue algo precioso y que jamás olvidaré. NO había playstation, ni dos o tres portátiles+PDA+ordenador de sobremesa en cada casa, ni e-mule, ni divx, ni DVD, ni televisión digital, ni nada de nada. Quedábamos con los hijos de nuestros vecinos, éramos un grupo de amigos del mismo barrio y todos nos conocíamos, llamábamos a la puerta del timbre, y conocíamos a sus padres, a sus familias, merendábamos y comíamos con ellos, y todos éramos una pequeña gran familia. Ahora les llamas desde el móvil, te comunicas por el Messenger, y quedáis para jugar on-line. Jugábamos a las chapas, al fútbol en los soportales y nos echaba la bronca el jardinero del barrio que a veces nos quitaba el balón, el más burro del grupo era el que siempre solía partir todas las peonzas con las temibles peonzas “carniceras” –yo llegué a ser más temible con mi peonza con punta de tornillo, como lo oís, y eso sí que era poder-, no podíamos cruzar la calle sin avisar a nuestros padres y por supuesto acompañados de personas mayores y responsables, si volvías más tarde de las 22:00 h. de la noche ya tenías que decir que había muchísima cola en el Burguer, o que sé yo, al escondite, y otra serie de cosas. Existía la vida después del trabajo, nadie sabía inglés, ni tampoco usar el Windows. En el ámbito profesional, no se requerían “habilidades de liderazgo”, ni “compromiso total con el proyecto de empresa”, “ni disponibilidad total para viajar a nivel internacional”, ni “disponibilidad para cambio de residencia sin limitación geográfica”, ni “conocimientos de ofimática a nivel de usuario”, ni “rendimiento orientado a resultados”, ni muchas otras cosas. Vivimos en una sociedad capitalista llena de dinero por todas partes, tenemos todas las necesidades primarias (y no tan primarias) cubiertas de sobra, y aún así somos infelices. En mi opinión, nuestra sociedad ha asistido en los últimos 20 años a un profundo cambio que no hemos sabido asimilar como es debido. Usamos demasiado el ordenador, y esto causa que descuidemos otras cosas más importantes, como las relaciones personales cara a cara (sin chat ni historias), la humanidad, y porqué no decirlo, la educación. Creemos que todo vale, que el mundo es Internet, y que no hay reglas de ningún tipo. Las generaciones de ahora no distinguen entre “libertad” y “libertinaje”, y no asumen que en cualquier ámbito de la vida deben existir unas ciertas normas cívicas mínimas de comportamiento que faciliten la convivencia entre individuos. El fútbol tiene normas, el tráfico tiene normas, y todo tiene normas. No imposiciones, normas. La libertad sin normas deja de ser libertad. Pasa a ser anarquía, libertinaje, cachondeo. Es un cúmulo de muchas circunstancias lo que refleja el estado de la sociedad española actual (no hablo del resto de Europa, porque lo desconozco). En Internet la gente hace lo que no se atreve a hacer en persona y por supuesto no reconoce (fantasías que hace 15 años no podían ser hechas realidad salvo que te jugaras el tipo), y los niños de las escuelas públicas no reciben la educación adecuada, y no por culpa de los profesores. No hay tiempo libre, no hay educación, hay mucha globalización y mucha inmigración, y no se cumplen las normas básicas. Hay atascos, prisas, estrés, etc. etc. etc. Es la “fast-society”. Internet en exceso es malo. Como herramienta de trabajo bien utilizada y con fines adecuados es tremenda. La inmigración en exceso y de personas que no vienen con buenas intenciones no es buena. La falta de tiempo libre es malísima, no puedes educar a tus hijos como te gustaría. Y los atascos y las prisas… pues eso… generan ESTRÉS. Vivimos en una sociedad loca. En la que 24 horas no son suficientes para hacer todo lo que nos gustaría. ¿Hasta cuando aguantaremos los españoles vivir en la locura? ¿Terminaremos por emigrar a otro planeta del Sistema Solar, en el que los días duren muchas más horas?

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